LA BAILARINA
Dejando dormido a Enrique, voy al estudio. Sentandome a su lado sin hablar, contemplo a Mirta que yace en el divan cos los ojos abiertos en la semipenumbra. Su silencio, la intensidad de su mirada fija en las vigas del techo, me revelan que sufre inmensamente… Y de repente, me deslumbra una evidencia. La veo como jamas la vi. Ella es la muchacha que yo misma fui: delgada y, sin embargo, con largos y acerados musculos forjados por el ejercicio, habitada por el demonio de la danza, con vocación, instinto y voluntad de ser la gran estrella que quise ser y no fui. En ella me reencarno, en alla me encuentro y en ella vuelvo a hallar mi propia adolescencia ambiciosa y surfida. Virgen Electa primero, sera despues –y tal vez muy pronto- la princesa liberada dela Pajaro de fuego, la bailarina de Petrouchka, cisne blanco, cisne negro, y acaso, un dia proxima, cisne comparable al de Pavlova. La contemplo y veo que tiene la mirada que tuve; la contemplo y pienso que, ten lejos de dodne cobre conciencia de exisir, ella, en el umbral de la vida, conociendo los mismos anhelos, las esperanzas que, durente tantos anos, me ayudaron a vivir, se topa ya, dolorida y sangrante, con fuerzas contrariantes y adversas.